Una nueva narrativa que reconozca y entienda el rol empresarial

El concepto de «Capitalismo de Stakeholders», propuesto el 2021 por Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, sugiere un modelo empresarial en el cual las compañías se deben orientar no sólo a generar beneficios económicos para sus accionistas (shareholders), sino también tener en cuenta los intereses de todos sus grupos de interés (stakeholders).

Este enfoque, también recalca la importancia de que las compañías, a través de sus líderes, tengan una voz activa en temas de políticas públicas y en la promoción de agendas beneficiosas tanto para el negocio como para la sociedad en general, como el apoyo a legislaciones que promuevan la sostenibilidad ambiental y la participación en debates sobre políticas sociales o económicas. En el papel, esta visión suena bien y posible de implementar en nuestro país, pero en la práctica se enfrenta a una realidad no muy alentadora, dado un nuevo y sostenido duelo de declaraciones, de ida y vuelta, que refleja las tensiones existentes entre el Gobierno y el sector empresarial.

De hecho, en un reciente capítulo de esta serie de desencuentros, hace unas semanas, Ricardo Mewes, presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), expresó una preocupación que resuena en el empresariado, al señalar la existencia de un «sesgo ideológico antiempresarial de una parte del Gobierno».

En una respuesta que no se hizo esperar, la ministra del Trabajo, Jeannette Jara, replicó criticando la desconexión de las empresas con las expectativas sociales y pidió un replanteamiento de su rol, enfatizando en mejores salarios y respeto por los derechos de los trabajadores. La situación se agudizó con comentarios del Presidente Gabriel Boric, quien pidió a los empresarios dejar la «soberbia paternalista», y del ministro de Hacienda, Mario Marcel, quien señaló prejuicios contra el gobierno. Y, para cerrar, esta semana el presidente de la CPC manifestó preocupación por el modesto crecimiento económico proyectado y la necesidad de colaboración para impulsar el empleo y superar los desafíos. Junto con ello, rebatió los dichos de Boric señalando que «el empresariado no tiene ningún paternalismo con nadie».

Que este tipo de comentarios, hechos desde el gobierno, no ayudan a nadie es un hecho innegable. Y donde también llama la atención no sólo el tono y la forma, sino el fondo, y que dice relación con el poco entendimiento, desde el gobierno, del rol empresarial y respecto de la relevancia que tienen las empresas, y quienes las dirigen, en la construcción del país. Siendo, a esta altura, urgente reconocer, algo que ya se ha dicho hasta la saciedad y que no está de más recordar, y es que los empresarios necesitan más apoyo, un clima de inversión adecuado, seguridad y una mayor certeza regulatoria. Todas condiciones que ya dejaron de ser meras demandas corporativas, sino requisitos esenciales para fomentar un entorno de crecimiento, innovación y bienestar social.

Frente a este panorama, resulta imperativo hacer un llamado al gobierno a salir de esta narrativa beligerante, que no aporta en nada. Nuestra historia nos ha enseñado que los momentos de crisis son también oportunidades para replantear y reconstruir sobre bases más sólidas y justas. Sería mucho más provechoso para todos que el gobierno, en esta coyuntura, haga un reset en su relación con las empresas y pueda redibujar el papel del empresariado en la sociedad, no como antagonistas, sino como aliados esenciales en la búsqueda de un progreso compartido. Donde reconocer y valorar el rol empresarial no significa ignorar las necesidades y derechos de los trabajadores o de otros sectores de la sociedad, por el contrario, implica comprender que el desarrollo económico es más alcanzable en un clima de estabilidad, respeto mutuo y reglas claras.

En estos momentos no se trata de marcar un punto comunicacional, ni menos de tratar de doblegar al otro, sino de dejar los egos y las agendas partidarias en pos de que juntos, gobierno y empresarios, puedan configurar una nueva narrativa que sea útil para algo más trascendental: el país.

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